viernes, 7 de agosto de 2009

Ese



Me morí en algún lugar del camino,

No vi mi sangre desparramada, no la veré,

Me morí de siete muertes y mil dolores,

Como un perro solitario que es arrollado,

Reventé con mis ojos al cielo, soñando,

De mi cama veré desprenderse sutil

Esa transparencia que busqué toda la vida,

Y tendré paz, por fin la paz, por fin el amor.

Sacarán mi cuerpo los desconocidos de siempre,

Lo llorarán los desconocidos de siempre,

Yo mismo no me reconoceré, harto de ese.






Ricardo Marcenaro

7 de agosto de 2009

En Olivos, Buenos Aires

Argentina

Desvestido y Desnudo - Mai Mai, recital de poesía


Esto es muy personal, disculpen que no lo revise, no es literatura, es pulpa de mi alma que necesito decir y releerlo no es bueno para mí, ya está hecho.


Anoche leí poemas en Mai Mai Primera Junta, San Isidro.

Así contado nada de extraordinario tiene.

Pero veamos las cosas que sucedieron y descubrí.


Fui invitado por mi sobrino Agustín Marcenaro, que ha estudiado dirección de cine, que escribe, que se entrena como actor, que quiere ser artista porque es artista y debe luchar con eso.

Les diré como viví yo el ser artista en mis años de formación:

¡Horrendamente!, más allá de los placeres.

No es una actividad que sea deseada por una familia que tiene un adolescente con “problemas” al que quiere convertir en un hombre que triunfa.

¿Saben lo que duele eso? Y antes de ser adolescente, marcado ya por el signo, siendo niño:

¿Saben lo que duele ese saberse diferente acompañado de un repudio casi diario agrandado por no entender lo que uno es?

El arte no es actividad deseada por el entorno, ni por la sociedad, que era lo que también me dolía. Bueno, cuantos ni siquiera lo intentan teniendo calidades por estos miedos del afrontarse, dije a-frontarse, mirarse de frente, hacer frente.

Luego, mucho más dolerá que la actividad que requiere un compromiso total, no sea siquiera comprendida por los propios hijos, eso ya es el summum del dolor.

Y más doloroso y corrosivo aún es que no sea ni siquiera comprendido por quien a tu lado dice que te ama.

Amar es comprender, es entender, es estar dentro del otro. ¿Ama? ¿Amar?

Aún hoy: Me ha pasado que hablando con alguien del común, un desconocido, con una educación que se supone buena, al momento que digo que soy escultor me pregunta: ¿Y de qué vivís?

Tiene derecho el médico de vivir de su ciencia, el obrero y el negociante de la suya, ¿Porqué los artistas no? ¿Porqué yo no? ¿Por qué la sociedad me pide que regale, que lo del artista deba ser gratis? ¿No pago yo el pan, la carne, el remedio?

¿Saben el trabajo que lleva ser artista? ¿No les parece una falta de respeto atroz decirle eso a una persona grande que ha trabajado, estudiado, rebuscado por dentro para ordenar sus fuerzas y Ser: con el fin de Dar, porque no puede escapar de eso?

Esos sentimientos sé que también anidan en Agustín, que es muy joven y ha sufrido mucho el comprenderse, el asumirse, el sentirse aceptado por quienes se supone que lo aman.

Lo comprendo de adentro, me pasó lo mismo. Aún me pasa por más reconocimiento que tenga. No sé si eso lo cura alguien.




Mai Mai es un restaurante bar muy grande. Entre varios socios, uno de ellos es mi sobrino Santiago, hermano de Agustín, una personalidad sensible pero totalmente diferente a la de Agustín, uno saca para afuera, el otro guarda por dentro.

Santiago tiene 21 años, en la edad que otros buscan trabajo de mandadero, él con su licenciatura en camino en administración de empresas está al frente de una, hablar con él es hablar con una persona totalmente focalizada y adulta, aunque no lo sea aún y en esa forma de Ser se oculte un jovencito muy sensible que ha tenido que templarse a su modo para que la sociedad no se lo devore.

Y ahí está, bien encaminado, de pecho al fracaso o al triunfo.

Como se lo dije ya cuando me ha planteado alguna duda: Ya haz triunfado.




Pedí leer primero pues no sabía si iba a resistir, tenía miedo de desmayarme pues hasta hace unos días caminaba diez metros y me mareaba, estoy con una neumonía hace 40 días, los primeros 30 con una fiebre constante, sin medicación, tos constante que es lo mismo que si te apalearan todo el cuerpo, sin ir al hospital porque me internaban y no quería porque en ese hospital en ese momento había casos muy graves de gripe porcina y es muy fácil contagiarse, con problemas inmensos de pareja debilitándome cada día pero con la seguridad de haber hecho mi trabajo de acumulación de reservas que guardaba para esculpir y gasté en curarme, hoy atendido, medicado, flaco y solo.

También esos son precios que se pagan. Y Dios que los estoy pagando, curado y destrozado de dolor por las humillaciones que padecí. Desamar humilla. A ambos.





Algo mágico pasó esa noche, no ensayé nada, yo me siento y a los leones, como cuando esculpo que me enderezo y a los leones, así me sangre todo y me estén cayendo bombas al lado.

Enfrento todo así, mis cambios, mis errores que son muchos, de frente y ¡A los leones!

Me senté, había llegado el momento, pedí una mesa, una silla, un micrófono y velas para leer mejor, pues era a sala en penumbras y ya no tengo la vista de lince que tuve hasta los 50 años.

Fui totalmente breve en mi presentación, totalmente ascético, nombre, apellido, actividad y voy a leerles mis poemas.

Hice un silencio, levanté la vista, todo el mundo entró en mi silencio, como si un golpe de magia los hubiera tocado a todos, no se movía una mosca.

Luego me dijeron que mi presencia impone respeto, y eso recibí y no saben lo necesario que me era luego de las cosas que pasé, eso me curó también: ¡Gracias personas todas que estuvieron esa noche curándome! No saben lo inmenso que ha sido eso para mí.

Leí pausado, significando las palabras, acentuando las frases, entonando sin exagerar. Estoy satisfecho, temía, hacía muchos años que no leía.

Me ayudaron a leer en una beata paz, terminaba un poema y no aplaudían, podía ir al otro tranquilo, pues percibía la sala.

En ese lugar la gente comía y charlaba animadamente, dejaron de hacerlo para escucharme y dejarse penetrar de mí a través de la palabra.

Cuando terminé, cinco o seis poemas, un gran aplauso surgió de todos lados, no lo podía creer, no pensaba que eso pudiera pasar más que el aplauso de trámite y a otra cosa. Recuerdo haber levantado la cabeza, profundamente avergonzado, conteniendo mis ganas de llorar, cruzarme la vista con tres señoras que me sonrieron con amor de alma que acuna al niño debilitado. Dios: ¡gracias por eso!

Créanme que estoy llorando en este momento de recordarlo y de re-encordarlo, como me ha pasado y me pasará en otros momentos de este escrito que estoy construyendo.





¡Maravilloso! Agustín sale al ruedo, es su primera vez.

Realizó una actuación, tres textos largos de memoria, caminando por el salón donde debía figurarse una calle donde iba viendo situaciones que debía relatar actuándolas, eran sus propios poemas actuados.

Eso no es nada fácil, se los seguro. Requiere unas bolas inmensas.

Se preparó con Marcela Vagni, una persona reconocida en el medio que a través de Agustín demostraría la altitud de sus valores.

Agustín trabaja en un call center, terminaba de trabajar descerebrado por un trabajo que nadie puede amar, comía algo y se iba a entrenar, a veces de 23 horas a 5 a 7 de la mañana. Así días.

No soy concesivo, muchos de mis cambios los hice porque me han tratado duro ejemplificándome.

A Agustín en su hacerse, él me admira muchísimo, a lo largo de su vida, lo he sacado de mi casa humillado, diciéndole palabras muy duras ante algún equívoco, ante una frase que revelaba especulación, liviandad, vanidad, falta de conciencia, ego, infantilidad, por torpeza, ignorancia o falta de elementos.

Era mi sagrada obligación como artista y humano solidario hacerlo, pocos lo entienden, muchos se ofenden para siempre.

Lo he hecho con él porque en su corazón anidaba quien yo sabía que era, lleno de los buenos sentimientos que tiene y que no iba a dejar que se deformen con actitudes concesivas o despreocupadas, que si el no se ocupaba: yo sí. Ensangrentado y arañado por dentro lo sacaba si tenía que hacerlo.

Es un trabajo sucio, me ha tocado hacerlo muchas veces. No quieran sentirlo nunca. Una soledad atroz los tomará. Sentirán el resentimiento de muchos.


Situación:

Está ensayando Agustín, los nervios lo carcomen, duda, faltan dos horas, se preocupa por el micrófono que no lo ayuda, por el texto que se olvida, por, por, por… es el estrés previo a la actuación: Ahora lo conoce.

Percibo que hay que ponerlo en su centro, que hay que ejercer autoridad, en medio del salón, frente a Marcela y todo el personal de Mai Mai.

Habían más de 30 personas yendo de un lado a otro con los arreglos finales incluido chef, socios y asistentes que se movían a todo trapo.

Me levanto de mi mesa en el fondo de todo, estaba bien alejado de todos donde yo mismo calmaba mi ansiedad tratando de leer mis poemas, probaba y acostumbraba mi vista a las velas mientras me tomaba un par de wiskys pues mi voz no era buena y mi cuerpo estaba débil, necesitaba ese golpe químico.

Llego a él, lo tomo del brazo y lo doy vuelta, él hablaba cabizbajo con Marcela que trataba de controlarlo.

Lo miro firme a los ojos, mi voz es conminativa, fuerte, firme, como si le impartiera una orden:


“Mirá Agustín, dejá de dudar. Ya estás preparado, sabés ese texto, dejá de leerlo y dudar, ya lo tenés metido adentro. Acá la cosa es así: En esto, ¡o te cojés(1) a la gente o la gente te coje y vos vas a cojértelos!!!.

Vas a decirlo bien, vas a representar tu escrito, no vas a mirar a nadie a los ojos, ¡No existen!, ¡no hay nadie!, sos vos y tu texto, nada más.

El micrófono no existe, ese no es tu trabajo, hay un sonidista y te dejás de joder y dejás a la gente hacer su trabajo y vos hacés el tuyo, porque si no lo hacés, les tirás el trabajo a la mierda a todos.

Tu trabajo es hacerlo y lo vas hacer, lo vas a hacer, me escuchaste, dejate de joder, te tranquilizás, no mariconeás más, ya todo está jugado, sabés el texto y te juro que vas a salir ahí y te vas a cojer a la gente, ninguna otra cosa vas a hacer, ¿me entendiste?”

Pegué media vuelta y me volví a mi mesa.


(1) (Cojer en Argentina: templar, hacer el amor, tener una relación sexual)





Inclusive lo que le dije me lo dije.

Nos calmamos todos.

¡Maravilloso!

Cuando le tocó el turno lo hizo genialmente, todos callados, todos siguiéndolo, perfectamente las entonaciones, los silencios. Le miraba la cara extasiada a su padre que es mi hermano Alejandro que esa noche descubrió a su hijo.

Cuando terminó con su acto, su padre saltó de inmediato a abrazarlo, detrás lo hicieron su madre, hermanos y amigos, yo estaba en la barra bebiendo una cerveza helada, esperé a que se despejara de todos los que habían ido a él, fui a él, se me prendió en un abrazo inmenso, vigoroso e interminable.

Se puso a llorar como un chico, descargaba, me hablaba al oído cosas que quedarán entre él y yo, solo diré que me agradeció lo que hice con él en la previa, me dijo que si yo no hubiese hablado tan firmemente con él no lo hubiera podido hacer.

No es así, él lo hizo.

Él lo tenía adentro.

Él me pagó tantos años de hacer el papel de perro. De llorar a solas, como lo hacía cuando retaba a mis hijos y me iba a llorar solo al baño, para que no me vieran, la cara tapada con una toalla, para que no me escucharan.

Me pagó y lo hizo con exceso, nunca esperé tanto de él.

Ahora se que es del palo como aquí decimos por alguien que pertenece a un círculo, en el caso: ser un verdadero artista.

Se le notó el gran entrenamiento que hizo preparándose para su debut, se le notó el alma que trasmitió con emoción pelándose por dentro y vaciándolo sobre la gente que lo tomó conmovida.





¡Sorpresa!

Cuando iba caminando para el cyber (en Argentina le decimos así al salón donde se alquila tiempo de uso de computadores) para que me imprimiesen los poemas que leería, caigo en la cuenta:

No leía poemas desde la época del proceso militar, más de treinta años atrás.

Era una tarde de sol invernal tibia, el sol me vivificaba de mi enfermedad, me puse a llorar en la calle mientras caminaba, se me venía el mundo abajo cuando en realidad resurgía mi historia que debí suprimir gran parte de mi vida.

Había sido torturado dos veces en esa época, mi delito fue el tratar de ayudar a una joven que conocí en la calle y que era perseguida por el grupo terrorista Montoneros del que ella había desertado, y por la policía.

María José Lezama se llamaba. No contaré mucho más de esto, que simplemente sin tener yo ideología ni participación política alguna, por ser cristiano, humano, solidario como me formaron, padecí un calvario que me marcó profundamente la vida y me modificó el carácter para siempre, ya no confío en los humanos como antes de estos sucesos y lucho esa confianza hasta que realmente el otro me la prueba con actitudes muy firmes que no dejan dudas, actitudes sin arrepentimientos ni pasadas de cuenta.

Igual de esto saqué muchas cosas positivas, siempre de lo malo hice lo bueno, eso me ha salvado de mucho, mencionaré esto poco:

1. Dios me seguía preparando para hombre y artista, puedo hablar de cosas que otros artistas y personas nombran livianamente, tengo una conciencia desde lo profundo, dolor, saturación del dolor hasta no sentir nada, miseria humana, terror, abandono, conciencia de lo que tenemos y vivimos, un árbol es magia luego de la oscuridad de una celda, muchas son las definiciones que viví en carne propia, no como un ejercicio de masturbación mental como veo tanto.

2. Esto me generó el hacer esfuerzos ciclópeos para hacerme y ser alguien, sentí la obligación en ese momento de demostrar que no era un delincuente, como me miraban parientes y vecinos con malicia.

3. Comprendí lo solo que uno está en estos trances, las traiciones de las que los humanos son capaces. Del terror que padecen los demás al tener que enfrentarse con estas situaciones. Es más fácil dar vuelta la cara y evadirse que abrasarlo a uno y desnudarse.

A eso como una bola de nieve siguió, mi casamiento, los hijos, el no ser nunca más artista pues eso era signo dentro de mi familia de volver a los problemas, ya bastante les había manchado el apellido, casado y lejos mejor.

Nunca olvidaré la frase de una ex cuñada al llegar a casa luego de obtener mi libertad, era un nene, tenía 22 años, dije llorando y angustiado a morir:

“Mamá, me torturaron”, mi madre de espaldas y esta “señora” que estaba casada con un hermano mío que me dice: “Jodete, vos te lo buscaste”.

Mi madre en silencio avalando, estaba avergonzada de mí.

“Pero mamá, mirá lo que dice esta hija de puta”

“Si tiene razón” me respondió con una frialdad que era de puñal, nunca me vino a ver a la comisaría, solo mi hermano Alejandro lo hizo llevándome comida.

Las imprequé, las insulté.

Ambas personas de ir a misa todos los domingos y de práctica cero, no lo digo con alegría ni con espíritu de venganza, es lo que pasó, dolió más que la tortura, pues la tortura que me dieron esos salvajes duró unas horas, la otra, me la hicieron sentir toda la vida, aún hoy que ya no me importa.





Con ese caer en la cuenta, vino a mí como el agua transparente que entra en una pila de arena y la derrumba de a poco, así me desmoronaba llorando, refrescándoseme tantas situaciones padecidas.

¡La velocidad de la vida amigos!, que cuando acelera no perdona y si tiene que voltear, arrasa.

La vida nos tiende cruces, algunos deciden llevarlas, otros salen corriendo, yo quise ayudar.

Mi padre lo ignoraba todo porque estaba muy enfermo y creía que me había ido al campo porque así le mintieron para que no padeciera lo que lo hubiera matado, le decían que no tenía teléfono, que estaban viendo la forma, el era muy apegado a mí como yo lo era y lo soy a él, aunque ya no esté físicamente.

En ese momento habrá pensado que lo abandoné, culpa que a veces aún me ensombrece, cosa que nunca hice con él, yo le era totalmente necesario, fue mi maestro, mi luz, mi guía, mi amigo más profundo, el corazón más sano y más puro que conocí en Ser alguno, un erudito como nunca más vi coronado de una bondad y sencillez fabulosas.

Fui yo quien cuando le tocó morir, lo despediría de la vida en una larga charla que le hice al oído, en la sala de terapia intensiva, muchos años después, relajándolo, entregándolo a Dios, como el acto más intimo y sagrado de mi vida.





En ese trance de recuerdo, de llorar, de derrumbamiento de lo que había puesto bajo mil kilómetros de tierra, que era todo mi pasado, cuando daba recitales de poesía en galerías de arte, organizaba grupos de poetas, soñaba haciendo como un joven debe hacerlo, alegre, despreocupado, inconciente de los peligros que envidia, resentimiento, ceguera, odio, pululan en la vida, llamo a mi ex pareja.

Una voz lejana, ajena a mi me atiende y hace una exposición sobre los hechos que vivimos donde las culpas se desplazan a mi, la entiendo, cada uno como puede, donde se me describe de una forma espantosa, donde la voz de la mente familiar se nota en detalles de la que no es conciente como cada vez que fue a ellos a quienes no quería ni ver cuando regresó de España, yo la alenté para que lo hiciera, se lo que es perder a los padres.

Como una niña, refugiada y protegida por ellos, apañada, postergándose lo que debiera hacer para lograr los cambios que su talento le requiere (como con Agustín, cosas que hice que nos trajeron tantos momentos de negrura), haciendo que viva en medio de fobias, caprichos y auto-maltratos que vuelca sobre los demás, a Agustín le pasaba lo mismo.

Esa indignación de oírla así, así funciono también, le pedía que viniera, que estuviese conmigo en ese trance pues me sentía aterrorizado como si recién saliese de esas celdas de la negrura, repitiéndoseme con su acción negativa lo mismo que me pasó en esa época, cada uno encerrado en lo suyo evitando la mano que quería tomarle como amiga, solo con esa mano soñaba, esa mano quería, para darme valor ante el trance que estaba, no quería fallarles a mis sobrinos y estaba llorando y luchando por controlar mi terror de ese desvestirme totalmente del pasado.

Pues ese golpe me enderezó, me puso duro nuevamente, dejé las lágrimas, encaminado a mi momento con los leones, ahora era nuevamente el hombre más fuerte del mundo, así me pongo. Y se lo agradezco, no la culpo.

A los leones, como siempre. No le doy vueltas a lo que debe hacerse y lo hago con toda mi energía, sin defraudar a los que me apoyan para un trance como este.

Así es mi historia, siempre fue así, es mí sino, mí marca, mí karma, el destino del que no puedo ni quiero evadirme.





Lo extraordinario de este recital es que aparte de inaugurar con mis lecturas un ciclo que recién empieza, por lo que me pusieron al frente como un símbolo, espero que dure mucho este ciclo, pues es muy importante tener una nueva fábrica de cultura para hacer pensar, me trae a mi luego de 33 años, al lugar donde debí abandonar mis actividades de poeta, de artista que quería serlo. Treinta y tres años.





Ese sublime regalo me lo hicieron mis sobrinos, me moriré amándolos con toda la integridad de mi cuerpo, de mis sentimientos, de mi alma, voluntad y espíritu por haberlo hecho, Dios los bendiga por lo que han hecho en un hombre minúsculamente débil protegiéndolos siempre, por el alivio a mi karma iluminado en su amor incondicional, será.





Esto fue de Dios, a grandes dolores, grandes amores. Gracias por eso, porque en medio de los dolores siempre soy conciente de la Luz que Tú me allegas, manteniéndome fuerte en los momentos de terror y duda.

Yo Creo.






Ricardo Marcenaro, 7 de agosto de 2009

En agradecimiento a todos los que pasaron por mi vida.