sábado, 15 de agosto de 2009

Argentina: Salta - Cachi - A buscar la paz - ricardo marcenaro diario

Cardón iluminado. Parque Nacional los Cardones, camino a Cachi, Salta, Argentina.



Una vez mi hermano mayor, hace muchos años, le dijo a mi hijo Leopoldo: “Mirá Guri, Ricardo puede decirte las cosas más bellas y elevadas del mundo y las más hirientes y siniestras”

El que era en ese momento, tenía mucha violencia dentro porque no lograba conciliarme, así era.


Ruta Nacional 40, entre Cachi y Molinos, Salta, Argentina.




Fui a vivir a Cachi, provincia de Salta, para armonizarme circulando mi ser.

Montaña, soledad, gente sencilla, paso lento, sabiduría, otra visión de lo que llamamos realidad, otra conducta en el comportamiento.

Había hecho una muestra muy importante en Buenos Aires en la galería Praxis, un entusiasmo de propuestas y aplausos me rodeaba pero yo no quería eso.

No era mi camino.

Vivir ahí me ayudó muchísimo y lo que fui a buscar retirado de lo aparente lo conseguí, lo necesitaba con todo el alma, me ardía por dentro.

O cambiaba o me destruía destruyendo.



Paisaje de Cachi, Salta Argentina.




Digo aparente y recuerdo esto:

Cuando estaba asociado a un local de decoración en el barrio de la Recoleta, el primer entusiasmo y la acción de algunos años estimulante habían trocado en desilusión, problemas societarios, un día a día que no me tenía feliz.

Se acababa un período de mi vida, tenía poco más de treinta años, sabía que era artista y que no tenía obra.

De hecho lo que pasaba y se agrandaba con el tiempo, era que sentía las esculturas dentro de mi pecho, me golpeaban, estallaban conmigo.

O me dedicaba a la escultura o me moría, así de fácil y real.

No lo elegí por representar nada, Era, Soy, morirme es no Serlo.

No es algo que se elige, es algo que nos elige.



Campos de alfalfa. Cachi Adentro, Salta, Argentina.




Fue un proceso muy doloroso, toda la gente que me rodeaba en ese entonces me decía que no lo hiciera, que lo que representaba, etc. etc.

La excepción fue Federico Peralta Ramos, que me estimulaba a dejar: “Ricardo, esto te hace mal, tenés que dejar la Recoleta, este es el único lugar del mundo donde cayó la bomba atómica y rebotó”.

Todos los consejos que me dio Federico fueron edificantes, verdaderos, desinteresados, en ninguno falló, fuimos buenos amigos, nos correspondimos, tuvimos una relación hermosa.

A mi lo que representaba me importaba nada, era un infeliz, quería tener buena calidad de vida.

Eso no depende del dinero que se gana ni de la posición que se ocupa, hablo de un estado espiritual, no del bolsillo o del ego.

Cuando me fui, todos los otros consejeros interesados desaparecieron, entre ellos muchos artistas que en realidad me veían como un medio para exponerse y vender, era exitoso en eso.



Arco iris llegando a Cachi, Salta, Argentina.




Cuando uno se enoja, lo primero que hace es enojarse no con el otro, sino con uno mismo.

Cuando escribo o hablo enojado, engorda mi lengua y no se mueve con gracia, se seca y seca.

Nadie puede decir que desde el enojo presenta su mejor costado.

Tampoco es fácil el dolor, nos hace comprender qué partes nuestras debemos laborar, los terceros no tienen nada que ver con ello y lo más fácil y habitual es poner las cuentas en el otro, como una suerte de engaño que se supone liberará. Mentira, estamos más presos que nunca.

Recetas fáciles como salir de alguien que se ama e inmediatamente irse a otro no son más que taparse los ojos y al dolor ponerle una fiesta que parte en general del resentir.

Habrá momentos dolorosos de la soledad en los que el aún vivo nos remueva.

Seremos injustos con quien decidimos acompañarnos en ese dolor que queremos evitar.

Uno lo puede hacer de joven cuando aún no sabe o adolece, una persona centrada, joven o madura, no tapa luto con pompa.

Amar a otro desde el enojo es un engaño y una falta de respeto con uno, simplemente no podría, no podría tocar a nadie, mirar a los ojos profundamente a nadie, no puedo, ni se me ocurre.

En silencio uno va recorriéndose, recuperándose, no olvidando, uno no puede olvidar lo que se amó, ni recién separado ni nunca.

No se escupe sobre quién se ha amado, es escupirse a uno mismo.

Amar es desear al otro lo mejor, que lo mejor lo habite, que lo mejor encuentre, que lo mejor viva.



Cuesta del Obispo vista desde Piedra del Molino, camino a Cachi, Salta, Argentina.




Nada fácil es superarse pacificándose.



Amanecer en Cachi, Salta, Argentina.




Todo me costó mucho aprenderlo.

Con dolor aprendemos.



Cordero pastando con su madre, cerca de Cachi, Salta, Argentina.




Ricardo Marcenaro

15 de agosto de 2009